Por, Manuel Giraldo B.
Lucas 4, 1-13: “En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo”.
Queridas hermanas y hermanos: Como dos rabinos, conocedores y expertos de la Ley, Jesús y el diablo discuten con citas bíblicas. Y nos queda claro que es falso servidor de Dios el que se sirve de su ministerio en su propio provecho, que no es propio de los fieles a Dios reclamar milagros ya que Dios puede salvar sin necesidad de estas obras “maravillosas” o “teatrales”. Jesús nos muestra -con su vida- el camino de la obediencia de hijo conducido por el espíritu. El evangelio de Lucas, nos pone a Jesús en paralelo con el pueblo de Israel. En las mismas circunstancias en las que el pueblo fue infiel, Jesús sale adelante; y para resaltar el paralelo entre ambas situaciones, el evangelista recurre al desierto y a citas del Deuteronomio. Allí donde Israel cayó, allí Jesús sale adelante. Más que un acontecimiento es una plataforma, un programa a vivir: unidos a Jesús nada tenemos que temer, sólo el amor cuenta. Debemos aprovechar la Cuaresma para revisar cuántos desencuentros, cuántas infidelidades, cuántas injusticias… Pero, al revisarlas, corregirlas; porque la Cuaresma es tiempo de conversión, y conversión significa cambiar de camino, volver al Padre. Mientras que el pueblo de Israel, en la tentación, no fue fiel y cedió, ahora nos encontramos a Jesús en la misma situación, en la misma tentación. ¡Y TRIUNFA! Jesús aparece en el Evangelio de hoy como quien vence la tentación. Porque es posible vencerla. Muchas voces, de dentro y de fuera buscan separarnos de Dios, de sus proyectos, de sus caminos. Pero hay una voz más fuerte, más firme, que puede vencer esas otras voces si disponemos nuestro corazón para escucharla. Hace falta tener un oído muy fino, un silencio atento, un corazón dócil.
Un feliz domingo en nuestro amado Maestro Jesucristo.