Por, Manuel Giraldo Barrera ( Columnista Carfoz Colombia)
Lucas 6, 39-45: “No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano”….”Por sus obras los conoceréis”.
Queridas hermanas y hermanos: Jesús no simplemente «predicó» esta primacía de la práctica, sino que la vivió. Pasó por este mundo «haciendo el bien», y «todo lo hizo bien» (Marcos 7,37)… De ahí que Jesús nos recomiende a sus seguidores que comencemos por practicar lo que confesamos con la boca, lo que creemos con la fe. Importa mucho que los seguidores de Jesús presentemos antes que otra cosa las credenciales de nuestra autenticidad y coherencia. Nuestra vida ha de ser el modelo de lo que predicamos. No es posible creer a quien contradice con los hechos lo que dice con sus palabras. Por eso, Jesús nos inculca la necesidad de vivir coherentemente con lo que creemos, como condición previa a todo «apostolado». No es posible pretender corregir o mejorar a los demás cuando nuestra vida no muestra aquello que predicamos; eso sería ser ciegos y querer guiar a los demás. La mejor invitación a los otros, en este sentido, es el propio ejemplo: «el ejemplo arrastra», dice el refrán. Es necesaria pues la humildad de comenzar por luchar contra los propios defectos, en vez de querer corregir a los demás. «Quita la viga de tu ojo, y entonces podrás quitar la brizna del ojo de tu hermano». Lo contrario es incoherencia y probablemente hipocresía. Jesús, en su propia persona, fue ejemplo de esa misma veracidad y autenticidad.
¿Nos consideremos coherentes en nuestra vida de apostolado? ¿Amamos tanto cuánto decimos?
Un feliz domingo en nuestro amado Maestro Jesucristo